Me gustaría que leyerais esta reflexión antes de acabar el año, a mi me ha dado mucho que pensar y más ahora en estas fechas donde el consumismo me inavade por todos lados...FELIZ AÑO
"Hace un par de días escuché en la radio una entrevista a Carmen Sarmiento; en ella comentaba algunas de las experiencias vividas durante la época en q realizó para TVE los documentales sobre los marginados, los excluídos de la tierra, hombres y mujeres cuyo día a día se desarrolla entre la pobreza y la escasez (de derechos, de bienes, de esperanza, de futuro,...).
En uno de los países a los q su trabajo y sus inquietudes la llevaron, creo q Mozambique (no estoy seguro, aunque bien podría haber sido cualquier otro país del Tercer Mundo), el pescado era un manjar reservado sólo para unos pocos afortunados; en los hogares de la gente del pueblo a lo más q llegaban era a comer de tarde en tarde una pequeña porción que servían desmenuzada en trozos pequeñísimos mezclados con el plato fuerte, en general arroz. Un día en que, junto a su chófer y guía, almorzó en un restaurante pidió para comer pescado a la plancha (un pescado entero para ella sola). Hacía semanas q no disfrutaba tanto de una comida, pues le encanta el pescado; cuando acabó y sólo quedaban las espinas en el plato su compañero de mesa miró los restos y con una voz neutra, carente de reproches o de cualquier otra emoción perceptible a primera vista le dijo: "con ese pez podría haber comido mi familia una semana entera". En ese momento se vió invadida por multitud de emociones y decontradicciones, una mezcla de vergüenza, sentimiento de culpa, alivio por no pertenecer a esa realidad tan dura, sensación de ser un fraude, de no estar ayudando en absoluto a esta gente, de ser una mera impostora como el resto, de no implicarse lo suficiente en un problema que nos atañe todos,...
Sus palabras hicieron aflorar espontáneamente las lágrimas en mis ojos y me trajeron a la memoria una situación similar que viví hace unos meses en mi último viaje; iba de vuelta al hotel en Phnom Phen, la capital camboyana, tras unas clases de ingles que impartí durante un par de días a unos niños el extrarradio de la gran ciudad, acompañando por el profesor titular, cuando nos encontramos a tres de nuestros alumnos (mis preferidos, por cierto) e hicimos el trayecto final todos juntos. Al llegar al hotel quedaron maravillados por el buen aspecto q ofrecía el alojamiento y me preguntaron por el precio, así como el del desayuno o la comida que es irrisorio respecto al nivel europeo al que estamos habituados; ante las respuestas ellos admitieron humildemente q estaba muy lejos de sus posibilidades económicas. Igual q el chófer de Carmen, hicieron el comentario de una forma natural, como algo q es sabido e irremediable, y por tanto no hay q darle más vueltas, pero a mí me quedó una sensación de vergüenza y culpabilidad tremenda. Esto es lo q nos diferencia: en el devenir diario como "turista" siempre heintentado esforzarme por ser su igual y no hacer ostentación occidental y q como tal me vean, haciendo desaparecer la idea q ellos tienen de que por venir de un país más desarrollado q el suyo y ser su docente o el que paga sus servicios en trasportes, alojamiento y hosteleria, somos superiores, y creo q lo estoy consiguiendo; pero una vez q se deja el aula se hace patente q pertenecemos a mundos distintos.
En otras ocasiones (paseando por la calle, al visitar un hospital,observando la precariedad de las viviendas,...) tuve esa misma sensación, la mezcla de vergüenza, culpabilidad y alivio por pertenecer a un mundo a años luz de esa realidad en la q durante unos meses transcurrían mis horas. Sé q ni yo ni la gente de a pie q habitamos casualmente este otro mundo, esta otra realidad, somos culpables de esta gran diferencia, de este abismal agravio comparativo q se establece con solo echar un vistacito a la superficie de la vida en esos países, pero a ratos no puedo evitar preguntarme qué parte de responsabilidad como habitante del Mundo me corresponde y qué papel puedo desempeñar, por ínfimo q sea, para acortar aunque sea un milímetro las distancias entre ellos y yo, entre esa chabola q carece de cualquier tipo de condiciones dignas y mi casa (ahora con ascensor), entre ese barracón de madera atestado de enfermos, humedad y bichos pululando a su antojo y el reluciente quirófano en el q trabajo, entre ese río de mierda corriendo a ambos lados de la calle y una avenida de cualquiera de nuestras ciudades, entre ese plato de arroz como única comida del día y las exquisiteces q cualquier noche cenamos en un restaurante, entre esa pobreza digna y la indignidad de pijos de mierda que observo entre mucha de la gente q me rodea acá.
Tal vez penseis q continúo anclado en una absurda idea adolescente de querer salvar al mundo de sus miserias o en la eterna utopía del reparto equitativo de la riqueza, y quizás estéis en lo cierto, no lo sé (sé muy poco, cada vez menos), pero sigo sin poder entender, por inocente q hasta a mí me parezca esta idea, cómo se puede permanecer impasible ante esta realidad tan dura en la q se desarrolla la vida de tantos seres humanos en el mundo. Razones hay miles (políticas, económicas,...), lo sé, pero ninguna de ellasle vale a mi conciencia ni a mi alma cuando pienso en un niño que muere deshidratado por no tener agua potable, o de una simple neumonía por falta de antibióticos, o de hambre, o por una bomba que le estalló encima por culpa del petróleo que mana bajo sus pies y que cuatro cabrones en el mundo ansían poseer, o de SIDA porque los condones son una ofensa contra Dios,... o simplemente de ignorancia y de olvido. No lo entiendo, no me parece justo, ni razonable ni coherente... Y tal vez os parezca infantil, pero estar a este lado de la barrera menudo me produce vergüenza y alivio a la par"